EL CHARANGO
En los colegios secundarios ecuatorianos es usual que los jóvenes aprendan flauta dulce en las clases de educación musical. Recuerdo que a parte de la flauta me gustaban otros instrumentos como el charango, la guitarra, la zampoña o la quena.
A temprana edad Alfonso, un amigo de mi hermana Sonia, nos enseñó a Alejandro, mí hermano y a mi algunas canciones. Mientras practicábamos las zampoñas. Alfonso aprovechaba el tiempo para enamorar a Sonia.
Aprendimos varias canciones en esas noches frías de Tulcán. En el barrio existía el maestro Ricardo Rueda Ríos, quien disponía de una sala completa de instrumentos, discos y una buena actitud para compartir sus conocimientos.
Con el profesor Ricardo Rueda aprendimos muchas canciones andinas y formamos nuestro primer grupo folclórico. Vinieron las presentaciones en los colegios femeninos de Tulcán en la Provincia del Carchi. En una de esas presentaciones conocí a una muchacha encantadora, realmente bella. Lamentablemente nunca le pude contar el afecto que sentía por ella. Pero fue mi primer amor.
Ya en Quito y a los 15 años fue la interpretación musical y la formación de grupos lo que me permitió por 10 años financiarme mis estudios y ayudar a la familia en lo que sea necesario. En esas noches de peña y farra conocí a muchos amigos y amigas y por supuesto a personas que compartieron gratos momentos sin medir consecuencias.
Luego y debido al éxito comprendí que ser charangista era una buena opción, fui solista y en esas noches de bohemia y tocadas y con el dinero ganado pude pagar mis estudios superiores y universitarios.
Cuando la radio apareció como una oportunidad profesional, dejé la música, las presentaciones y hoy el charango y la guitarra me acompañan en mi estudio de fin de semana.
A temprana edad Alfonso, un amigo de mi hermana Sonia, nos enseñó a Alejandro, mí hermano y a mi algunas canciones. Mientras practicábamos las zampoñas. Alfonso aprovechaba el tiempo para enamorar a Sonia.
Aprendimos varias canciones en esas noches frías de Tulcán. En el barrio existía el maestro Ricardo Rueda Ríos, quien disponía de una sala completa de instrumentos, discos y una buena actitud para compartir sus conocimientos.
Con el profesor Ricardo Rueda aprendimos muchas canciones andinas y formamos nuestro primer grupo folclórico. Vinieron las presentaciones en los colegios femeninos de Tulcán en la Provincia del Carchi. En una de esas presentaciones conocí a una muchacha encantadora, realmente bella. Lamentablemente nunca le pude contar el afecto que sentía por ella. Pero fue mi primer amor.
Ya en Quito y a los 15 años fue la interpretación musical y la formación de grupos lo que me permitió por 10 años financiarme mis estudios y ayudar a la familia en lo que sea necesario. En esas noches de peña y farra conocí a muchos amigos y amigas y por supuesto a personas que compartieron gratos momentos sin medir consecuencias.
Luego y debido al éxito comprendí que ser charangista era una buena opción, fui solista y en esas noches de bohemia y tocadas y con el dinero ganado pude pagar mis estudios superiores y universitarios.
Cuando la radio apareció como una oportunidad profesional, dejé la música, las presentaciones y hoy el charango y la guitarra me acompañan en mi estudio de fin de semana.
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