MI TV
La llegada de la televisión en blanco y negro sin duda provocó un cambio en la población y un gran negocio para los abuelos.
Venían soldados ecuatorianos, policías, el teniente político, presuntos guerrilleros, paramilitares, comerciantes. Los viejos y el sacerdote rezaban por los maleficios que para el pueblo traería a todos los ciudadanos. Condenaron en principio al marido de mi Tía, el hacendado Lucho Tapia, aquel hombre que trajo a la parroquia de El Carmelo, en la Provincia ecuatoriana del Carchi, en plena frontera con Colombia, un mueble grande de color café y en el centro una pantalla de color negro. Un técnico prendió esa caja y la pantalla proyectó imágenes en movimiento. No lo podíamos creer… la televisión llegó al pueblo. Fueron mis primeros encuentros con el periodismo, la radio, las historietas y la televisión.
En El Carmelo, un pueblo rodeado de paisajes, tierra fértil, gente buena, fue mi primer escenario para crear personajes, aventuras y representaciones. La televisión se prendía a partir de las 6 de la tarde porque la luz era producida por un motor. Los vecinos se reunían y halando una cuerda y luego de varios intentos se prendía ese motor y el Himno Nacional de Colombia empezaba a escucharse, para luego observar noticias, chistes, novelas, teatro. Esta programación tenía tres horas de duración y nosotros cobrábamos una entrada de 5 reales para que los pobladores se sentaran en las sillas del restaurante de la abuela y gratis para la galería y para los vecinos ubicados en la puerta y en la calle.
El Carmelo, pueblito donde nací, desde siempre ha sido una parroquia ecuatoriana en conflicto, es común observar el encuentro de jóvenes guerrilleros, policías, militares en paz y sin agresiones. Es el refugio de muchos motociclistas que en el domingo todavía se reúnen para escuchar los corridos mexicanos, disfrutar del Norteño, un aguardiente temido por los varones y conocer a las adolescentes que se han escapado de sus hogares colombianos para formar filas y familia en las FARC.
En El Carmelo, un pueblo rodeado de paisajes, tierra fértil, gente buena, fue mi primer escenario para crear personajes, aventuras y representaciones. La televisión se prendía a partir de las 6 de la tarde porque la luz era producida por un motor. Los vecinos se reunían y halando una cuerda y luego de varios intentos se prendía ese motor y el Himno Nacional de Colombia empezaba a escucharse, para luego observar noticias, chistes, novelas, teatro. Esta programación tenía tres horas de duración y nosotros cobrábamos una entrada de 5 reales para que los pobladores se sentaran en las sillas del restaurante de la abuela y gratis para la galería y para los vecinos ubicados en la puerta y en la calle.
El Carmelo, pueblito donde nací, desde siempre ha sido una parroquia ecuatoriana en conflicto, es común observar el encuentro de jóvenes guerrilleros, policías, militares en paz y sin agresiones. Es el refugio de muchos motociclistas que en el domingo todavía se reúnen para escuchar los corridos mexicanos, disfrutar del Norteño, un aguardiente temido por los varones y conocer a las adolescentes que se han escapado de sus hogares colombianos para formar filas y familia en las FARC.
Comentarios